30.1.11

Febrero, o casi

Amapolas mías! Veo que los exámenes y las clases os están robando el poco tiempo que teníais libre, y es por eso que he decidido hacer alarde de entusiasmo bloguero y verborrea y ecribiros una nueva entrada. Ha pasado poco más de una semana desde que me mudé a mi casa nueva, pero como suele ocurrir con lo que a uno le gusta, me he acostumbrado muy rápido. Después de una visita a IKEA que se convirtió en el regreso a Ítaca, estantería Billi en mano, mi habitación ha adquirido un tono rojizo, y un aire acogedor que me produce un nudo en el estómago cada vez que pienso en que dentro de algunos meses tendré que dejarla. Lo mismo sucede con Lucile, mi coloc. Afortunadamente las primeras impresiones han jugado en nuestro favor. Nos llevamos estupendamente, intercambiamos recetas y poco a poco nos vamos conociendo mejor, y ha resultado tener un carácter nada simple e interesante. De momento vamos a celebrar el año nuevo chino con sus amigas el jueves, eso lo hemos decidido mientras ella metía en el horno los tomates rellenos que ha hecho para cenar y yo terminaba de planchar los broches que hemos hecho esta tarde a mi vuelta de Salon de Provence... Porque esta tarde he vuelto de jugar otros dos partidos con mi equipo de sala.

Momento de crisis cuando nos dimos cuenta que íbamos a ras de suelo a la vuelta de Salon en Provence...

Un gran fin de semana que empezó con un carrot cake entre manos. Cuan arquitecto aún medio crudo que se dispone a hacer un proyecto de fin de carrera, me dispuse a construir un carrot cake doble para el cumpleaños de Tomás. La cirugía empezó puntual, teníamos reservado el quirófano a las 16.30, previo paso por Carrefour para comprar ingredientes, y la operación se desarrolló sin dificultades hasta la última hora. Con la ayuda de cuatro enfermeras que conversaban café en mano en mi salón, rallé zanahorias, piqué nueces, batí huevos, llené de harina hasta los mordiscos de carcoma del rodapié y finalmente conseguí hornear dos bizcochos de zanahoria idénticos. El problema vendría después... Lo más importante de un carrot cake no es sólo el bizcocho si no, la cobertura o frosting. Pues bien, la crisis comenzó cuando la nata no se montaba por más fría que la hubiese dejado y más azúcar hubiese añadido, lo que impidió que la crema adquiriese la consistencia sólida característica de la cobertura y por tanto diese a mi tarta un aspecto deplorable. Mis ayudantes me dejaron sola para trabajar en este momento de tensión y después de haber ya cubierto ambos bizcochos de forma poco estética entré en estado de shock y me puse a hacer un nuevo frosting a eso de las 20.30 de la noche. La pobre Lucile alucinaba. Finalmente conseguí la textura deseada pero seguía habiendo errores de cimentación, y he aquí la imagen de la tarde. Teníais que verme, sin pudor, bizcocho glaseado entre manos dándole la vuelta para que encajara uno sobre otro, con frosting hasta en las pestañas...pero lo conseguí...¡lo conseguí! La tarta quedó bien y fue lo suficientemente grande como para que pudiesemos comer todos y sobrase para el desayuno :)


He aquí las únicas fotos que he encontrado del Carrot Cake!

He de decir que el propósito de esta entrada era hablaros de un concierto de Punk al que fui el jueves y en el que lo di todo saltando entre machos alfa que hacían pogos sin piedad, pero esa es otra historia, y deberá ser contada en otro momento...

Siento la falta de pruebas gráficas pero no encuentro mi tarjeta de la cámara y por tanto no puedo hacer el reportaje pertinente, sin embargo os dejo alguna facebook foto del fin de semana y una canción de mi querido Poveda.




Carmen

3 comentarios:

  1. no sn solo tus peripecias sino tu oratoria las que me tienen embelesada
    yo estoy esperando un carrot cake para cuando vengas a nuestra casa!

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  2. A mí también me fascina tu manera de relatar las crisis culinarias jaja
    Madre mía qué pintaca tiene la carrot cake..

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  3. Diosss no me lo puedo creer!! QUE RICOOOOOOOOOOO
    Carmen te estas haciendo todo una cocina de primera!

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